LOGRÉ SALIR

Logré salir.

Logré salir de vos.

La situación me acorraló como un poeta a la tumba de la miseria. Tus métodos habían sido tan astutamente prácticos que sabías perfectamente cómo hacerme trepar hasta tu mano para terminar en tu boca y, finalmente, ser arrojada al lodo inundado por el exceso de lágrimas. Debo admitir que la tristeza no fue mi mayor compañera; por el contrario, la vergüenza se apiadó de este cuerpo. Un cuerpo que parecía ser tallado según tus preferencias. Mi condición de venta encajaba perfectamente en tu bolsillo para nunca ser reembolsada.

Siempre tenías que llevarte de más. Eras el empresario de la obsesión de esta obrera y, como en las fábricas más tradicionales, planificadas y exitosas, lograbas obtener la plusvalía de mi trabajo. El trabajo de tener que cumplirte todos los deseos con tal de recibir una moneda más que me sirviera de refugio para la noche fría.

No son casuales los trabajos extra.

Me resulta increíble. Pienso en la dependencia que tanto critiqué desde mi hogar pasivo y en lo difícil que se me hizo no estar atada desde un hilo rojo a tu poder. Qué ironía que el fuego representara ese color, cuando fue lo que necesité para poder borrar las cicatrices que todos los días me implantabas. Meses de viaje y estar a miles de kilómetros de distancia no representan el proceso de la lejanía de mis entrañas. Estas alas que tanto elogiabas fueron desplegadas cuando me di cuenta de que me mentías, que si no sabía usarlas no era por falta de fuerza, sino por la incapacidad de reconocer que con sólo utilizar las puntas de tus dedos lograbas arrancar cada cabello blanco de mi libertad. Sonará ilógico porque en cierto modo eso proponías, pero mi libertad nunca podría llegar hasta tus huellas en la cordillera de los países que jamás cruzarías.

Mi libertad llega hasta donde mis palabras dejen de tener el hambre de nunca rendirme. Las envidias que tanto te tenía por verte en cientos de escalones por encima de mis rodillas hoy se cayeron luego del estallido de la verdad. Mis ansias hoy superan todo aquello en lo que deseaba igualarte con la condición de que me eligieras. Agradezco que no lo hicieras.

Agradezco que nunca me hayas regalado flores.

Y si lo hubieses hecho, ojalá hubiesen estado hechas del plástico de tu perfume. Así utilizaría el mío para irradiar alcohol en tu fuego y verte arder.

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