II.RELATO: DEDICADO A MI CUERPO


Hoy es un día para escribir.

Hoy le escribo a mi cuerpo. Al del pasado y al actual.

Lo confieso:
Mi cuerpo fue un cuerpo enfermo.

Esta historia inicia con unas piernas bien definidas, unos brazos llenos de músculo y unas ganas de correr diez cuadras para que el colectivo me frenara y así poder conseguir la última bocanada de aire antes de subir el escalón. Años dorados para la atleta, pero el abandono repentino del movimiento me sentó en el sillón, me dio un celular, un cuaderno y unas lágrimas para empapar cualquier opción: la pantalla, el papel o aquél almohadón que decía “Mereces lo que sueñas”. Pero este último me parecía demasiado hipócrita, así que manché mi piel para incorporar los ojos hinchados como mi nuevo rostro a la rutina.

El tiempo se había ido tan rápido que luego volvió de lleno, casi rebalsándome y dejándome anonadada, sin saber qué hacer con él. Inmensidad para muchos, karma para mi yo de aquél entonces. El descanso me reclamaba más de tres veces al día y las siestas se volvieron mis mejores y peores enemigas. La cabeza pedía reposo pero, inconscientemente, intentaba susurrar “no te excedas, esto es demasiado”.

La cabeza empieza a doler. Cómo te lo explico… es un dolor de cabeza pero no tan así. Es diferente, duele arriba de los ojos y necesito la habitación oscura, necesito que por favor apagues la tele, la música, necesito que me traigas un vaso de agua. O dos, tres… por favor, ¿me traes un balde esta vez?

Primera guardia. Primera medicación. Observo la intravenosa clavada en mi tatuaje de mariposa y entonces lo dicen: Migraña. Tomate esta pastilla, puede que te dé sueño o te haga aumentar de peso. Entonces trago por mi garganta. No está tan mal, la balanza de a poco marca menos pero estoy comiendo bien, y los dolores de cabeza empiezan a ser soportables y más leves.

Pero pronto empiezan a hacer efecto. Qué ilusa, sólo había que darle tiempo. Dormir 14 horas de repente es algo normal. Sigo cansada, ¿puede ser? ¿cansada de qué? Estoy de vacaciones, soy adolescente aún, tengo obligaciones escasas. Me duermo a las dos de la mañana, al otro día me levanto a las dos de la tarde, calcular ya empieza a ser más fácil. Me duermo temprano, si me duermo a las 11 puedo levantarme a las 9, pero a las 10 ya estoy en la cama y al otro día me despierto, miro el celular y son las 12 del mediodía y quiero seguir pegada a la sábana. No tengo hambre. Dormir mucho empieza a convertirse en mayor cansancio. Más horas, más horas. Una rueda que corre en silencio. No importa si falto a este turno médico, no importa si no realizo ese trámite urgente y necesario, sólo dame un ratito, o cinco horas más

Quiero hacer cosas. Estudio a la mañana pero no aguanto, mi cabeza no funciona. Amiga, quiero estudiar arte, quiero tocar el piano en casa, aprender canto, aprender a tocar la guitarra.
Quiero dormir.

Amiga, intento levantarme y no puedo. Duermo mucho, ya soy así y en el día necesito dormir más pero las siestas me dan migraña. No puedo. Estoy todo el día en la cama, ¿será depresión? No sé pero cada vez como menos y siento que puedo controlar el hambre. No hago ejercicio, no me gusta nada, patín me dejó o yo dejé el patín y aún no lo descifro, pero sé que la pasión se llevó todo y me arrancó desde lo más mínimo de mi identidad hasta el alma. Mau, ¿quién soy? ¿Quién es Rocío si no es la patinadora? ¿Qué me gusta? ¿Qué odio? ¿Qué defiendo?
Ro, ¿quién sos?

El verano me quita el hambre, me baja la presión y duermo aún más. Salteo el desayuno y el almuerzo. No es mi intención, te juro que no tengo hambre. Está controlado, no tengo hambre, te lo juro, no me entusiasma el ejercicio y me auto-martillo por seguir en la cama pero estoy bien con mi libro y mis ganas de no hacer nada. Estoy bien, no te preocupes.
Estoy bien.

Cargo con tristeza en el cuerpo. Me empiezan a pasar cosas, algunas se van y me destrozan y las que gano ya no me interesan. No siento las victorias como la gloria de ninguna batalla porque las veo todas perdidas. Yo estoy perdida. Sentir cuesta, sentir me pesa. Sentir está siendo la condena que refuerza la cama, la almohada y la persiana baja. La foto que me saco para recordar el momento en el que me siento mal me persigue, casi como ejercitando la agonía, casi como poniendo a correr la angustia en la cinta para hacer mil kilómetros de tortura infinita.

Vuelve la migraña, vuelven las guardias. 12 episodios en un mes. Esto no puede ser. No puedo llevar a cabo mi día a día. Falto al trabajo y vomito en la facultad. Estoy 24 horas seguidas en la cama y no puedo ir al baño a lavarme los dientes. El efecto es nulo y no puedo con las cuchillas que se adentran ya no en la frente, sino en cada hemisferio que me utiliza de escudo frente a los misiles que intento apaciguar. No puedo más, repito. No puedo más.

Nueva medicación. El médico me dice que puedo bajar de peso; supuestamente, el único efecto adverso. Decido consumir las tomas pero ellas empiezan a consumirme a mí. Veo el panorama de mis días tenebrosos un tanto borroso, entonces pido turno con el oculista pero voy y me dice que está todo bien, que no necesito aumento, que mi córnea aún no se me disparó por el suelo. “Debe ser idea mía” pienso, pero los gritos provienen de mis huesos y me insultan en la cara. Recuerdo que fui la semana pasada pero hoy es martes y mamá me dice que fui ayer y la miro como si observara a una loca, pero la que empieza a sentirse así soy yo. No me reconozco, salgo de mí y me meto en un mundo paralelo, siento que descubro un nuevo tipo de droga maligna. No sé quién soy, me desconecto del mundo y me miro demasiado al espejo. Tal vez intentaba encontrarme pero sólo pude quedarme por la noche mirando el techo hasta las cinco de la mañana. Tuvieron que salir dos arañas de atrás de la cama para reclamarme que volviera a Tierra, aunque los senderos ya no fuesen firmes. Hace rato que la arena movediza comenzaba a escupirme para tragarme con más fuerza.  

No como. Ya no me doy cuenta y llego al peso más bajo que alguna vez haya tenido. La gente lo observa, lo comentan entre ellos. Habían dos polos opuestos pero complementarios en la discusión: estaba linda, estaba enferma o ambas a la vez. De ahí todos elegían desde qué lado apuntarme con las palabras y con cuánto vigor disparar. Yo sólo almorzaba un huevo con espinaca y no lo notaba. Mamá, te juro que no tengo hambre y no es mi elección, es la medicación, el neurólogo lo advirtió.
La desconexión sigue y no puedo leer, no me puedo concentrar. Estás hablando pero no te puedo escuchar, sólo suena la misma canción en bucle llamada “Vestiglo”. No sé qué significa pero busco la definición y el diccionario me dice que se refiere a un monstruo horrible pero fantástico, y entonces empiezo a creer que la coincidencia es poética hasta en mi sombra oscura de dolor. Mau, tengo miedo de morirme, no sé por qué pero tengo mucho miedo, estoy en una realidad alternativa y quiero volver, estoy sedada y no recuerdo que pasó antes de ayer. Son las pastillas y sé que si la migraña vuelve no soy funcional en mi vida pero esto me paraliza. Esto me corre y me frena. Me deja al borde de la cornisa.

Adiós fármaco. Ni siquiera abro la caja y llamo al médico.
Doctor, me siento mal. Doctor, no pude seguir lo indicado, estuve asustada, e ingerir me hacía temblar el cuerpo y las entrañas. Este cuerpo que se siente como un trapo al que cada vez le cuesta más moverse y no sentir dolores injustificados.
Yo no me angustiaría tanto” escucho y no entiendo. Me indican opciones: con esta podes perder la vista. Con esta otra te vas a deprimir. Así que mejor te doy una que sólo te va a bajar la presión, mira que te tenes que cuidar, hacer ejercicio y comer con mucha sal y ¿CÓMO? Agarro la receta con la mano pero sólo quiero hacerla un bollo y llorar. Tengo miedo, mamá. No voy a tomar ninguna otra pastilla. Por favor créanme, este medicamento me arruinó. No estoy loca, te lo suplico, no son ganas de sentirme mal y culpar al blíster, por favor créeme. Lo que siento es real.

¿Qué es el cuerpo si no más que el reflejo de mi tormento?

A aquél cuerpo, ese cuerpo destrozado y enfermo, le pido disculpas. Le pido disculpas por llegar tarde y tener que tocar fondo para hacerme cargo de su suplicio. Le pido perdón por el descuido, por postergar y depositar la fe en la indiferencia, por la falta de juicio. Cuerpo, respira. Cuerpo, sostén el aire seis segundos. Cuerpo, exhala lentamente tus penas. Cuerpo, todo llega. Cuerpo, el camino recién comienza. Cabeza, ha llegado la hora de tomar nuestra mochila y sacarle las piedras para hacer el recorrido más liviano y disfrutar de la aventura.

Cuerpo, sanar es difícil, pero ahora tu piel está siendo abrazada por nuevos amigos, por tu gato y la cuesta de enero. Ahora el Sol te acompaña mientras plantas semillas en tu estómago. Cuerpo, habrán recaídas y llanto, pero vas bien, lo estás haciendo bien.
Vas a estar bien, y no sabes cuánto, cuánto vas a sonreír. Lo olvidaste pero tu memoria ya no está afectada por la pobreza y las desconexiones intrusivas en tus neuronas.

Pasa el tiempo y la cabeza sigue acelerando en torbellinos. No te enrosques me dicen y afirmo, pero mi cabeza sabe que no miento, mi cabeza confía en mi sentimiento. Busco, busco. Un manual de psicofarmacología. Voy a la letra T de Topiramato. Busco, busco:

-“Efectos secundarios: alteraciones de la visión y alteraciones cognitivas. Problemas de memoria o embotamiento.
Principal interrupción del tratamiento: retraso psicomotor, problemas de memoria, cansancio y sedación.”
Busco, busco.
Encuentro.

“¡NO ESTABAS LOCA!” grito como un aullido interno, como una victoria ganada. Incansable investigadora, obsesiva pero orgullosa. Respiro y brota agua de mis pestañas. Mis amigos ven el libro apoyado sobre la mesa y me abrazan.
Cuerpo, Rocío, estás empezando una nueva vida. Te duele la mandíbula de mostrar los dientes, ya no recordabas lo bien que se sentía. Rocío, está creciendo una flor en tu pecho, estás regando una nueva planta, estás afianzando su tallo. Rocío, aún derramas gotas de lamento sin sentido, pero tus propios brazos te envuelven y se convierten en tu mejor compañía. Rocío, estás cuidando este cuerpo. Rocío, te estás cuidando, ya no sos un cuerpo enfermo, ya no sos una sensibilidad que implora resurrección. Estás disfrutando, estás presente, estás en tu propio mundo, que es el mismo que el del resto, pero ahora lo hiciste propio. Amoldaste los espacios para sentirte cómoda entre ellos. Escribiste versos para apreciar los avances y aprender de los retrocesos. Rocío, lloraste de felicidad por primera vez. Rocío, lograste metas impensadas. Rocío, te tenes a vos misma. Tenes a tu cuerpo, a tu compañera, a tu persona en vida. Rocío, los pétalos no están muertos.

Rocío, mil flores nacieron de tu cuerpo.

 


Comentarios

  1. Muy pero muy bueno y a la vez muy reflexivo para otras mujeres que tal vez pasan por la misma situación que pasaste.Te mando un abrazo 🤗

    ResponderBorrar
  2. Empecé a leer sin esperar cautivarme y lo conseguiste, sentí la reflexión y la desesperación de la protagonista y celebré junto a ella al final, un nuevo comienzo. Muy bello trabajo y muy valiente hacerlo arte. Felicidades

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. muchísimas gracias por este comentario tan bello y ameno <3

      Borrar

Publicar un comentario